La entrega del Premio Nobel de la Paz 2025 a la líder venezolana María Corina Machado ha sacudido las conciencias de un continente que, por siglos, ha buscado definirse en medio de tensiones políticas, culturales y lingüísticas. Para nosotros, el equipo editorial de La Revista de Caldas, este acontecimiento no es un episodio aislado ni un reconocimiento distante. Es un espejo que refleja nuestra identidad y nuestra responsabilidad como hispanoamericanos. Porque sí, insistimos: no somos “latinoamericanos”, somos hispanoamericanos, y esa diferencia no es menor. La palabra “latinoamericano” fue una construcción política y cultural del siglo XIX, impulsada por intereses franceses y europeos que buscaban agrupar bajo un mismo paraguas a los pueblos del continente. Sin embargo, esa etiqueta diluye nuestra raíz más profunda: la lengua española, la herencia cultural compartida, la historia de resistencia y mestizaje que nos une desde México hasta la Patagonia. Decir “hispanoamérica” es reivindicar la voz que nos dio identidad, es reconocer que nuestra historia se escribe en castellano y que nuestra memoria se articula en una tradición común.
En este contexto, el Nobel de la Paz otorgado a María Corina Machado no solo honra la lucha de una mujer contra la dictadura venezolana. También nos recuerda que Hispanoamérica es un cuerpo vivo, que lo que ocurre en Caracas repercute en Bogotá, en Lima, en Buenos Aires, en Santiago, en Madrid, y también en Neuquén, donde escribimos estas líneas con el viento patagónico como testigo.
Venezuela: un país que clama libertad
La crisis venezolana es, sin duda, una de las más profundas que ha vivido Hispanoamérica en las últimas décadas. Más de siete millones de personas han abandonado el país, convirtiéndose en la diáspora más grande de nuestra región. La inflación ha pulverizado los salarios, los servicios públicos se han derrumbado, y la democracia ha sido sustituida por un aparato autoritario que criminaliza la disidencia.
María Corina Machado, perseguida, inhabilitada y obligada a vivir en la clandestinidad, se ha convertido en el símbolo de esa resistencia. Su voz, aunque silenciada en su propio país, ha cruzado fronteras y ha llegado a los foros internacionales. El Nobel de la Paz, recibido en Oslo por su hija Ana Corina Sosa, es la confirmación de que la lucha por los derechos humanos no conoce fronteras ni silencios.
Para nosotros, como hispanoamericanos, este premio es un recordatorio de que la libertad de Venezuela es también nuestra libertad. Que no podemos ser indiferentes, porque la indiferencia es la forma más sutil de complicidad.
Hispanoamérica: una identidad compartida
¿Por qué insistimos en hablar de Hispanoamérica y no de Latinoamérica? Porque las palabras importan. “Latinoamérica” es un término que nos fue impuesto desde afuera, que nos agrupa con realidades que no comparten nuestra raíz lingüística ni cultural. Brasil, por ejemplo, pertenece a la lusofonía, y Haití a la francofonía. Ambos son parte de América, sí, pero no de Hispanoamérica.
Hispanoamérica es el espacio donde la lengua española es el hilo conductor de la vida cotidiana, donde la historia colonial y la independencia se vivieron bajo un mismo idioma, donde la literatura, la música y la política se han expresado en castellano. Es el territorio de Cervantes y García Márquez, de Neruda y Borges, de Mercedes Sosa y Rubén Blades.
Reivindicar el término “hispanoamericano” es recuperar nuestra voz. Es decirle al mundo que no somos una masa homogénea definida por intereses externos, sino una comunidad con identidad propia. Y en esa identidad, la lucha de Venezuela ocupa un lugar central.
El Nobel de la Paz: un faro para Hispanoamérica
El Nobel de la Paz no resuelve la crisis venezolana, pero la ilumina. Es un faro que señala el camino, que recuerda a los gobiernos del mundo que no pueden mirar hacia otro lado. Es también un llamado a los ciudadanos hispanoamericanos para que no normalicen el sufrimiento ajeno.
Este premio tiene un significado doble. Por un lado, reivindica el papel de las mujeres en la defensa de los derechos humanos. María Corina Machado se suma a figuras como Malala Yousafzai, Rigoberta Menchú y Ellen Johnson Sirleaf, mujeres que han transformado el dolor en acción. Por otro lado, nos interpela como comunicadores. Nos recuerda que el periodismo, la crónica, la palabra escrita, son herramientas de resistencia. Que cada artículo puede ser una barricada contra el olvido.
En La Revista de Caldas creemos en el poder de la palabra. Por eso, celebramos este Nobel como una victoria de la verdad sobre la propaganda, de la memoria sobre la censura, de la esperanza sobre el miedo. Y lo hacemos con humildad, sabiendo que nuestra tarea es seguir contando historias, seguir abriendo espacios para el debate, seguir escuchando las voces que el poder quiere silenciar.
La responsabilidad de los librepensadores
Como hispanoamericanos, tenemos una responsabilidad histórica. No podemos ser espectadores pasivos de la tragedia venezolana. Debemos ser librepensadores, cronistas, ciudadanos comprometidos. Debemos recordar que la libertad no se mendiga, se construye.
La entrega del Nobel de la Paz a María Corina Machado nos obliga a preguntarnos: ¿qué estamos haciendo nosotros por la libertad de nuestros pueblos? ¿Estamos alzando la voz, escribiendo, denunciando, acompañando? ¿O estamos callando, normalizando, aceptando?
La respuesta no puede ser el silencio. Porque el silencio, cuando es cómplice, también es violencia.
Una Hispanoamérica que no calla
Desde la Patagonia argentina, desde Caldas, desde cada rincón donde se escriben estas palabras, enviamos nuestra solidaridad a María Corina Machado y al pueblo venezolano. Que este premio sea el inicio de una nueva etapa. Que la paz no sea solo un galardón, sino una realidad construida día a día. Que la libertad vuelva a ser costumbre en las calles de Caracas.
Hispanoamérica no puede callar. Hispanoamérica no puede ser indiferente. Hispanoamérica debe recordar que su identidad está hecha de palabras, de gestos, de luchas compartidas. Y que cada vez que un pueblo se libera, todos nos liberamos un poco más.
La palabra como resistencia
En nuestra juventud, el ruido fue enemigo: los gritos, las promesas rotas, las discusiones interminables. Hoy, con las sienes plateadas y la experiencia acumulada, sabemos que la palabra puede ser también un arma de construcción. Que escribir es resistir. Que narrar es acompañar.
Por eso, esta crónica no es solo un texto. Es un compromiso. Es la certeza de que, como hispanoamericanos, no podemos estar ajenos a lo que ocurre en Venezuela. Es la convicción de que la libertad de un pueblo es la libertad de todos.
María Corina Machado ha recibido el Nobel de la Paz. Pero el verdadero premio será cuando Venezuela recupere su democracia, cuando sus hijos puedan volver, cuando sus calles se llenen de voces libres. Ese día, Hispanoamérica entera celebrará.

