Ya casi llega el Día de los Inocentes, y como quien dice, se viene la recocha, la risa y el chisme de esquina. Pero también se nos acaba el año, este 2025 que nos trajo de todo: alegrías, enredos y hasta dolores de cabeza. Por un lado, nació La Revista de Caldas, que ya anda dando pasos firmes como muchacho que aprende a caminar. Y claro, la gente se dio cuenta de que Don Eleuterio escribe como los buenos, y lo aplaudieron, porque cuando uno habla con el corazón, eso se nota.
Pero no todo fue color de rosa. También nos metieron sustos: nos bloquearon el dominio, nos hackearon la página, y nos señalaron solo porque no pensamos igual que los mandamases de la alcaldía de Salamina. Como quien dice, quisieron callarnos, pero aquí seguimos, tercos como mula y firmes como piedra de río.
Desde este rincón, yo les digo a los salamineños, a los caldenses y a los que nos leen desde lejos: no se traguen entero, piensen, cuestionen, ríanse de las mañas del poder. Porque la inocencia no es ser bobo, es tener la valentía de creer que la palabra todavía sirve para abrir ojos y mover corazones.
Que este fin de año nos agarre con la carcajada de los niños, con la crítica de los viejos y con la esperanza de que, aunque nos quieran tapar la boca, siempre habrá un Timoteo dispuesto a soltar la lengua.
Esta semana hay tela pa’ cortar y gente pa’ chismosear, pero arranquemos con el de siempre, con el modelito del palacio blanco-dorado. Primero lo felicito, porque tampoco es que uno tenga que darle palo cada ocho días; de vez en cuando hay que reconocerle que hace cosas buenas. Yo no las voy a enumerar porque, la verdad, eso es lo que le toca: para eso lo elegimos como alcalde y para eso se le paga el sueldo, pa’ que trabaje por el terruño con amor y responsabilidad.
Y no me digan que no, porque don Fabio y doña Germania lo criaron con esa idea, y uno espera que no se le haya olvidado la lección. Claro que este año fue duro, y más pa’ él, el muchacho de la alcaldía. Yo sé que le he tirado al alma, pero es que se ha metido en cada enredo, queriendo o sin querer, que ha terminado metiendo las de caminar. Ha cometido errores, como todos, pero ojalá no se le conviertan en líos judiciales, porque ya se sabe que hay denuncias en la Procuraduría que lo pueden enredar feo.
Dejemos eso y hablemos de lo bueno: trabajó bastante, gestionó algunas cositas, se metió en la rumba, estuvo cerca de la gente. Esa labor en las novenas me pareció buena, y yo mismo me divertí comiendo marrano en Navidad.
De los más de diez marranos que repartieron, alcancé chicharroncito y natilla en dos partes, y eso sí estuvo sabroso. Lo único malo fue tanto trago que dieron, porque ahí sí, amigo, eso no deja nada bueno.
Y si hablamos de navidades, no podemos olvidar las veredas, porque allá sí que se siente la fiesta como Dios manda. Allá no hay luces de colores ni tarimas con artistas de moda, pero hay lo que vale: la unión de la gente, el fogón prendido y la olla hirviendo con natilla y buñuelos. En cada casita se armó la novena con guitarra, con voces desafinadas pero alegres, y con ese olor a pólvora que anuncia que los muchachos todavía creen que la Navidad se celebra con estallidos y risas. Yo me fui a dar una vuelta y vi cómo los vecinos se juntaban con lo poquito que tenían: un marranito, unas arepas, un canelazo pa’ espantar el frío. Y ahí sí que uno entiende que la Navidad no es de regalos caros ni de discursos bonitos, sino de compartir lo que se tiene, aunque sea poquito.
Me tocó ver a los niños corriendo detrás de las chispitas mariposa, y a las abuelas rezando con devoción, mientras los hombres se echaban el cuento de la cosecha y del precio del café. Eso sí, en las veredas la fiesta se alarga hasta que el gallo canta, porque allá nadie anda mirando el reloj. Y aunque también hubo trago, la diferencia es que allá se toma con respeto, con medida, y con la risa de todos alrededor. Esa es la Navidad que vale la pena contar: la que se vive en comunidad, con sencillez y con la certeza de que, aunque falten cosas, sobra corazón.
El balance del año, hay que decirlo, no le sale tan mal al modelito del palacio blanco-dorado. Claro que se ha apropiado de algunas felicitaciones por labores que sí se hicieron, pero no porque le haya nacido del corazón, sino porque la ley lo obligó. Como quien dice, se puso la medalla sin haber corrido la carrera. El ejemplo más claro es el centro deportivo y cultural de San Félix: ahí no fue por iniciativa propia, sino porque la comunidad se paró firme, metió la acción y la justicia les dio la razón. Entonces al alcalde no le quedó de otra que mover la maquinaria y cumplir. Y ahora anda diciendo que fue gestión suya, cuando todos sabemos que fue la presión del pueblo la que lo obligó.
Así es como funciona la política de pueblo: cuando el pueblo se organiza, el alcalde se ve forzado a trabajar, aunque después quiera posar de héroe. Y uno no se enoja por eso, porque al fin y al cabo lo importante es que las obras se hagan. Pero sí hay que dejar claro que las felicitaciones no son todas para él, sino para la gente que se cansó de esperar y decidió exigir lo que le corresponde.
Y siguiendo con San Félix, resulta que al puesto de salud le llegaron 80 millones de pesos de la seccional de Salud, o como se llame esa oficina. Puede que allí haya estado la gestión de Mafe, no me consta, pero lo cierto es que la plata entró. Y claro, también hubo buen aporte para las rumbas, porque cada vez que aparece el amarillito hay festival: el del Retorno, el de la Leche, y hasta donde alcanza la memoria. Pero lo grave del asunto es que en el presupuesto que aprobó el Concejo, San Félix no aparece pintado ni con tiza. El corregimiento sigue y seguirá sin corregidor, hasta que la comunidad se canse y meta una acción de cumplimiento, una tutela o lo que toque, para obligar a que se cree y se legalice el cargo. Porque San Félix necesita corregidor, y eso lo sabe hasta el perro que ladra en la plaza.
Lo más triste del cuento es que el corregimiento tiene bancada en el Concejo, gente que debería estar ahí para defenderlo. Pero la verdad, al parecer solo dos se preocupan por trabajar. Otro, que traicionó al partido que lo eligió, se volteó pa’ otro lado por un puesto en Salamina para un allegado, y ahora hace lo que su nuevo jefe político le ordena. Al menos eso es lo que chismosea la gente en las esquinas, y ya sabemos que cuando el río suena, piedras trae. Así que mientras tanto, San Félix sigue esperando que alguien lo defienda de verdad, y no solo en discursos de tarima.
Y siguiendo con la rendición de cuentas, allá estuvo todo el combo de la alcaldía, cada uno contando lo que hizo para justificar el sueldo que les pagamos. Eso está bien, porque la gente merece saber en qué se gasta la plata. Pero ahí el modelito volvió a meter las de caminar: resulta que la transmisión del evento la hizo una empresa privada, Norte Noticias, que obviamente no trabaja de gratis. Eso debió costar sus buenos millones. Y entonces uno se pregunta: si la administración municipal tiene un equipo de comunicaciones que se la pasa sacando videos todos los días en Instagram y Facebook, si tienen un sitio web oficial y redes sociales que usan a cada rato, ¿por qué carajos tienen que pagarle a una empresa foránea para transmitir un evento tan importante para la comunidad?
La pregunta del millón queda flotando en el aire, y no es que se la tengamos montada al alcalde, es que él solito se las pisa. Comete errores garrafales que no son simples descuidos, sino que pueden rayar en potenciales delitos. Porque gastar plata pública en algo que ya se puede hacer con los recursos propios es, mínimo, un despropósito. Y la gente no es boba: se da cuenta, comenta en la calle, y al final queda la sensación de que más que rendición de cuentas, lo que hubo fue un show caro para que el modelito se luciera.
Bueno, ahora sí, saquémosela al alcalde y miremos cómo se va moviendo el ajedrez pa’ las elecciones locales de 2027.
Porque mientras el modelito anda en sus enredos, ya hay quienes van mostrando las uñas. La concejal “tapa huecos” se dejó ver en novenas y fiestas de Navidad, repartiendo sonrisas y abrazos como si fueran estampitas. Y uno que no es bobo, pues entiende: ese huevo quiere sal, o mejor dicho, esa concejal quiere alcaldía.
La pregunta que queda flotando es: ¿con qué ropitas, doña Rocío? Porque no basta con prender velitas y cantar villancicos pa’ que la gente crea que ahí hay madera de alcaldesa. El pueblo no se convence con natilla y buñuelos, sino con hechos, con trabajo serio y con la cara puesta cuando toca dar explicaciones. Claro que la estrategia es vieja: mostrarse cerca de la gente, aparecer en cada fiesta, y dejar que el chisme haga su trabajo. Pero ojo, que la política de pueblo es cruel: hoy lo aplauden, mañana lo silban, y al final lo que cuenta es si se supo gobernar o solo se supo bailar en las novenas.
Así que mientras el alcalde se tropieza con sus propios errores, ya hay quienes se van acomodando pa’ la carrera del 2027. Y aquí, desde este rincón, lo decimos sin rodeos: la Navidad pasó, pero la campaña ya empezó, y el pueblo está mirando quién se viste de santo y quién se disfraza de político.
Por otros lados también se mueve la cosa, porque “El Malacaroso”, el eterno secretario de planeación, ya se perfila como candidato. Y no es secreto pa’ nadie que es el gallo de doña Constanza y del mompita Iván Darío Posado, su marido. Ya es hora de que deje ese cargo que parece comprado, porque uno se pregunta si es que no es tan buen arquitecto y por eso no consigue trabajo en otro lado. La gente todavía recuerda cuando fue director de la Escuela Taller y se gastaron como 800 millones en la reparación del techo del teatro municipal, que se cayó al poco tiempo. Y también fue la Escuela Taller, bajo su mando, la que asumió el contrato de la capilla de Las Mercedes, que según se dice no quedó tan bien.
Son apenas antecedentes, pero ahí están. Y si hablamos de política, el hombre ha sido una veleta: primero muy amigo de Germán Noreña, lo defendía a capa y espada; luego le limpió la chaqueta a doña Constanza; después volvió a Germán; y más tarde se arrimó al emperador Ospina Rosas. Total, siempre buscando dónde arrimarse pa’ no quedarse por fuera. Y ahora quiere que le comamos cuento de candidato serio, cuando lo que se ve es que anda más pendiente de acomodarse que de trabajar por el pueblo. Secretario, mire pa’ El Establo y el Playón, que ahí es donde la gente sabe quién es quién y no se deja engañar con discursos de oficina.
Por otro lado hemos estado viendo al emperadorcito Juan Pablo Ospina Rosas haciendo coquitos, arrimándose aquí y allá, buscando cómo acomodarse para ser reelecto en la alcaldía y convertirse en el sucesor del modelito. Se le ve muy acucioso, pegado de la teta de Octavio Cardona, como si no recordara que ese señor fue uno de los de las famosas “Marionetas” del senador Mario Castaño. Y lo más curioso es que el mismo Ospina Rosas también estuvo metido en ese cuento, porque no se nos olvida que era el presidente de la Junta Directiva de la Escuela Taller cuando su director cayó por ese tan sonado caso de las Marionetas.
Entonces, emperadorcito, no se haga el desentendido, porque usted tiene rabo de paja y la gente no olvida. Puede que ahora quiera mostrarse como el salvador, el que viene a enderezar el camino, pero los antecedentes pesan, y en este pueblo los chismes vuelan más rápido que los discursos. Así que antes de andar buscando reelección, debería aclarar cuentas con la historia y con la comunidad, porque aquí nadie se come entero y menos cuando se trata de políticos que ya han tenido su buena tajada en los enredos.
Y para cerrar este recorrido, no podemos dejar de mencionar a un grupo que sí merece aplausos de pie: la Asociación de Veteranos. Esos hombres de la patria que ahora se la pasan de lado a lado del municipio, trabajando por la comunidad sin esperar nada a cambio. Se les ve en las veredas, en las calles, en las reuniones, siempre con la camiseta puesta y con el compromiso firme de hacer que las cosas funcionen.
De la mano del presidente de su Junta Directiva local, han demostrado que el servicio no termina cuando se cuelga el uniforme, sino que se mantiene vivo en cada acción comunitaria. Esa labor tan bonita que realizan día a día es digna de mencionar, porque mientras otros se enredan en politiquerías y discursos vacíos, ellos trabajan con hechos, con presencia y con cariño por la gente.
Desde este Rincón de Timoteo los seguimos mirando, y seguiremos contando lo que hacen, porque el pueblo necesita ejemplos de compromiso real. Que continúen con esa tarea, que no aflojen, porque en medio de tantas noticias de enredos y ambiciones, su trabajo comunitario es como un respiro de esperanza.
Y bueno, mis queridos lectores, hasta aquí llegamos con la cháchara de esta semana y de este año que ya se nos va. Entre marranos, novenas, chismes y críticas, lo que queda es la certeza de que seguimos vivos, tercos y con ganas de seguir hablando claro. Desde este rincón les deseo un feliz Año Nuevo, que venga cargado de salud, trabajo y alegría, porque lo demás lo vamos resolviendo con maña y con humor.
Los invito a que no se queden callados: abajo, en la parte de comentarios, suelten la lengua, opinen, critiquen y cuenten lo que piensan, que este espacio es de todos y se alimenta de la voz del pueblo. Y no se despeguen, porque el próximo año la Revista de Caldas seguirá dando de qué hablar, con más columnas, más historias y más verdades dichas sin miedo.
Así que brinden con natilla, con buñuelo o con lo que tengan a la mano, y reciban el 2026 con la esperanza de que, aunque los políticos tropiecen, la palabra del pueblo siempre se levanta. ¡Nos vemos en enero, y que viva la Revista de Caldas!


2 respuestas
Creo que el hecho de nombrar a Salamina patrimonio trajo más perjuicios que beneficios,todo se encareció,además trajo más atrazo que progreso,que trabajo para tumbar un rancho viejo y remodelarlo,una cerveza que cuesta en Bogotá en cualquier tienda 2500 en Salamina cobran 6000,que descaro y riase los servicios públicos.
Gracias por tu comentario. Entiendo la molestia, pero permíteme decirte que la declaratoria de Salamina como patrimonio no trajo perjuicios, sino oportunidades. Que todo se encareció, sí, pero no por el título, sino por la falta de gestión local. Los llamados “ranchos viejos” que mencionás son, en realidad, joyas arquitectónicas que cuentan nuestra historia. Son precisamente esos muros, esos techos, esas puertas talladas los que el turismo viene a admirar. Tumbarlos sería borrar lo que somos.
Ahora bien, que sea un lío sacar permisos para remodelar no es culpa de la declaratoria, sino de quienes deben administrarla. En Colombia hay 18 pueblos patrimonio, cada uno con su junta de patrimonio que gestiona estos procesos. ¿Y en Salamina? ¿Tenemos junta? ¿Funciona? Si no existe, hay que crearla. Y si existe, hay que exigirle que trabaje.
Sobre los precios, tenés razón: una cerveza no puede costar el doble que en Bogotá. Pero eso no lo decide el patrimonio, lo decide el comerciante. Y ahí sí hace falta una administración que escuche, que regule, que defienda al visitante y al local. No una que se dedique a posar para redes sociales mientras el pueblo se queja.
El patrimonio no es un obstáculo, es una herramienta. Pero como toda herramienta, hay que saber usarla. Y eso depende de nosotros: de exigir, de participar, de cuidar lo que tenemos. Porque Salamina no es solo patrimonio nacional, es orgullo nuestro. Y eso no se cobra, se honra.