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Rincón de Timoteo

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Rincón de Timoteo: luces, chismes y verdades del pueblo

Entre denuncias por edificios en ruina, tutelas contra la Alcaldía, contratos invisibles y la pérdida cultural de la Noche del Fuego, Timoteo también celebra el nacimiento histórico en San Félix y el reconocimiento internacional de Soreyma. Una mezcla de crítica mordaz y orgullo comunitario que refleja la voz popular.
Timoteo, y El Rincon de Timoteo

¡Aquí estoy otra vez, muchachos! Después de una semana de mucho trajín, vuelvo con la lengua lista y las orejas llenas de cuentos. Porque no crean que me quedé callado: escuché de todo, desde el modelito del palacio ex rosado que ahora parece casi blanco, hasta las quejas contra el malacaroso de Planeación Municipal, que anda más enredado que un ovillo de lana.

Y como siempre, me vine a mi esquina del parque, bajo el guayacán que me da sombra y compañía. Aquí, con el sombrero ladeado y el café en la mano, me siento dueño del chisme y del cuento. El que pasa no se salva: le suelto una frase pícara, un comentario fresco o una anécdota que lo hace reír aunque venga con cara de misa. Este rincón es mi espejo del pueblo, donde las historias pequeñas se vuelven grandes y las verdades se disfrazan de carcajadas.

¡Ave María pues, vecinos! Ya se volvió tema de todos los días el cuento del edificio de la Normal María Escolástica, que antes fue el Colegio Pío XII. Dicen en las redes —y no lo digo yo, lo dice la cuenta “Salamina Día Día”— que aquello está en ALERTA MÁXIMA, con fotos y todo, mostrando cómo un pedazo del techo amenaza con caerle encima al primero que pase. ¡Imagínense la gracia! Uno sale del hospital buscando alivio y lo que encuentra es un ladrillo en la cabeza.

Y claro, ya me estoy saboreando las explicaciones de siempre: que si la propiedad es del departamento, que si los papeles están enredados, que si toca esperar… ¡Bah! Cuando la cosa es de emergencia, lo que se necesita no son discursos sino acción, porque los peatones no son pocos y la calle de la antigua Normal parece más bien una trampa mortal. Como dijo alguien con buen tino: “La prevención no es un favor, es obligación de la administración.”

Pero eso sí, no faltará el funcionario que quiera lavarse las manos como Pilatos, diciendo que no es su culpa. ¡Pues no, señores! Ante una emergencia, no hay excusa que valga. Y si no se ponen las pilas, ya veremos quién responde cuando la acción popular —que ya está andando— les toque la puerta.

Y para rematar el chisme, me cuentan que en la calle 10, por el sector de Bomberos, el espacio público anda convertido en cafetín de vicios. ¡Qué espectáculo! Pero como conozco la diligencia del comandante de la Policía, seguro que pronto veremos movimiento, porque la salud pública no es cosa de juego.

¡Y ahora les traigo el chisme más caliente de la semana! Resulta que la Junta de Acción Comunal de San Félix se cansó de esperar y le metió una tutela a la Alcaldía, especialmente contra el malacaroso secretario de Planeación. Desde septiembre les habían mandado un derecho de petición con 15 solicitudes claritas como el agua, pero la Alcaldía se hizo la sorda: dos meses sin responder, y cuando por fin contestaron, apenas se dignaron a decir algo sobre seis preguntas y dejaron las otras en el aire, como si fueran humo de tabaco.

El juez, que no se deja marear con cuentos, les amparó los derechos al debido proceso y al de petición, y les ordenó que en dos días —que se vencen hoy mismo— den respuesta de fondo y completa a las 15 preguntas. ¡Dos días, señores! No dos meses, no dos años, sino dos días. Y aquí estamos, esperando a ver si cumplen o si se hacen los locos.

Porque si hoy no hay respuesta seria, la JAC ya tiene lista la orden de desacato y piensa remitir el asunto a la Procuraduría para que investigue disciplinariamente al secretario de Planeación y al mismísimo alcalde. ¡Imagínense el espectáculo! El pueblo con los ojos puestos en el reloj, y la administración corriendo como gallina sin cabeza para ver si alcanza a tapar el hueco.

Yo, desde mi esquina, les digo: esto no es cuento de Timoteo, esto es realidad pura. Y si no cumplen, ya veremos cómo se arma el alboroto, porque en San Félix la paciencia se acabó y la gente no se deja meter más carreta.

¡Ave María pues! El alcalde cree que nosotros somos tarados y que nos tragamos todo entero. Todos los días su equipo de publicidad corporativa nos pinta un cuadro de sacrificios y esfuerzos, como si el hombre estuviera cargando el mundo en la espalda por el bien del pueblo. Pobrecito, cómo sufre, cómo lucha, cómo se desvela… ¡y nosotros, los ingenuos, deberíamos aplaudirle cada mentira como si fuera verdad revelada!

Pero la realidad es otra: no trabaja por todo el pueblo, sino por algunos amigotes. Miren nomás al de la “Chiflada”, que para esta Noche del Fuego nos trae más de lo mismo: despecho, rumba y licores. Nada de verdadera cultura, nada de rescatar la esencia salamineña. El pueblo, feliz con la fiesta, no se da cuenta que día a día se va perdiendo el afán cultural de una celebración que nació para mostrar nuestra identidad, no para divertir borrachos.

¿Y los turistas? ¿Qué diablos van a venir a ver? ¿Desmanes sociales y botellas vacías? Así no se construye cultura ni se honra la tradición. Alcalde, no todo es trago y fiesta popular, y mucho menos favorecer a los amigos con contratos. Y hablando de contratos, ¡vaya sorpresa! No aparece en SECOP el contrato de logística para la Noche del Fuego. ¿Qué habrá por dentro, por Dios? ¿Será que la transparencia también se fue de parranda?

Y como aquí no se escapa ni el que firma los comunicados, les cuento que la Alcaldía soltó esta semana un papelito oficial sobre la Noche del Fuego, con más restricciones que misa de convento. ¡Imagínense! Desde el jueves hasta el lunes, el Parque Principal queda vedado para carros, motos y hasta para los que se creen patinetas humanas. Y el domingo, que es cuando más se mueve el pueblo, cierran el centro histórico como si fuera zona de guerra, con rutas de evacuación y todo.

Dicen que es para garantizar el “óptimo desarrollo del evento”, pero uno se pregunta: ¿óptimo para quién? Porque los domiciliarios tienen permiso hasta la una, los turistas deben adivinar dónde parquear, y los que se pasen de vivos serán arrastrados por grúas como si fueran chatarra. ¡Qué espectáculo!

Y claro, el comunicado suena muy técnico, muy serio, muy institucional… pero no dice nada sobre cómo van a controlar el desmadre de la rumba, ni sobre los contratos que no aparecen en SECOP, ni sobre la cultura que se les perdió entre tanto trago. Eso sí, recomiendan estacionar en el estadio, en Cristo Rey, en el parque infantil, en el centro penitenciario -¡sí, leyó bien!- y en la cuchilla. ¡Qué bienvenida tan pintoresca para los visitantes!

Yo, desde mi esquina del parque, les digo: la Noche del Fuego no se apaga con comunicados, se enciende con respeto, cultura y organización. Y si la administración quiere que la gente acate, primero que predique con el ejemplo. Porque mientras el alcalde posa en Instagram como modelo de catálogo, el pueblo se revuelca entre restricciones, grúas y promesas que se esfuman como humo de vela.

¡Y ahora sí les traigo un chisme que me tiene más contento que marrano en maíz! Resulta que mi amigo Eleuterio anda con sonrisa de oreja a oreja porque su libro Soreyma está dando de qué hablar en tierras lejanas. Hace unos días lo mandó a la editora cultural del diario Clarín, que no es cualquier periódico, sino el más importante de Argentina, y la señora con toda cortesía publicó una nota sobre esa leyenda de realidad mágica.

Pero ahí no paró la cosa: la editora le pasó el libro a un escritor amigo suyo, columnista de La Nación, otro diario de peso nacional, y ese hombre —que tiene renombre en toda Latinoamérica— escribió una nota tan linda que puso a Soreyma a la altura de los cuentos del mismísimo Gabriel García Márquez. ¡Imagínense ustedes! De Salamina para Buenos Aires, y de allá para el mundo, con comparaciones que hacen temblar de orgullo.

Yo, desde mi esquina del parque, digo que ya era hora de que se le diera la verdadera importancia que tiene como escritor. Porque si algo demuestra esto es que el dicho de “Nadie es profeta en su tierra” sigue más vivo que nunca. Aquí todavía hay quienes no valoran lo que tenemos, pero afuera ya lo están celebrando. Y yo, como buen chismoso, no me aguanto las ganas de contarlo: ¡Soreyma anda conquistando lectores y dejando en alto la cultura salamineña!

Anoche me di mi vueltica por la Calle Real hasta Bomberos, la misma caminata que hacemos casi todos, aunque la mayoría se devuelve de la esquina del “Buen Precio” para no tener que ver el espectáculo degradante que se armó en ese pedacito de la galería. Lo que antes eran tabernas ahora parecen burdeles improvisados, con borrachos y drogadictos pululando al lado de una manada de fufurufas que llegan de otras ciudades a “trabajar” en Salamina, como ellas mismas dicen.

Y lo más triste es que esa “zona de tolerancia” está justo en la entrada de los turistas que vienen desde Manizales. ¡Qué recibimiento tan pintoresco! El “living” de Salamina convertido en vitrina de desmanes, como si la cultura patrimonial se hubiera cambiado por una feria de excesos.

Alcalde, deje de posar en videos de Instagram y fotos en Facebook como modelo desvalorizado y métale la mano a este problema que nos está carcomiendo la imagen. Porque Salamina no merece ser recordada por sus borrachos y sus burdeles, sino por su historia, su cultura y su gente. Y si no se hace algo pronto, los visitantes van a salir contando chismes que no nos convienen, y ahí sí que la reputación se nos va por el caño.

¡Y no todo son quejas, vecinos! Porque en medio de tanta cotidianidad, San Félix nos regaló una noticia que vale oro: después de ocho años sin registrarse un parto en el territorio sanfeleño, ayer volvió a nacer un niño en el propio municipio. ¡Imagínense la alegría! La comunidad entera anda con el pecho inflado de orgullo, porque este hecho no es cualquier cosa, es histórico y profundamente significativo.

Tradicionalmente, los bebés de San Félix terminaban naciendo en Salamina por falta de infraestructura y atención médica. Pero esta vez, el parto se atendió en el puesto de salud local, con personal comprometido y condiciones seguras. Y claro, la emoción se desbordó: para muchos, este bebé es símbolo de confianza, esperanza y del fortalecimiento de los servicios de salud en la localidad.

Dicen los vecinos que este nacimiento marca un renacer, un motivo para celebrar la vida en el propio territorio. Y yo, desde mi esquina, les digo que tienen toda la razón: este niño quedará en la memoria de San Félix como señal de unión, progreso y esperanza. ¡Así sí da gusto chismear! Porque no todo es crítica, también hay motivos para sonreír y brindar por la vida.

Y así, queridos vecinos, después de tanto chisme, crítica y carcajada, me toca despedirme con algo que nos une más allá de las diferencias: la Noche del Fuego. Porque si hay un día en el calendario salamineño que nos recuerda quiénes somos y de dónde venimos, es este. No es solo la fiesta de las luces, ni la rumba que algunos quieren imponer; es la noche en que la comunidad entera se congrega alrededor de las velitas encendidas en honor a nuestra santa patrona, la Virgen Inmaculada, y en que la tradición se convierte en patrimonio vivo.

La Noche del Fuego no nació para ser vitrina de excesos ni escaparate de contratos dudosos. Nació como un acto de fe y de cultura, como un gesto colectivo de gratitud y esperanza. Cada vela encendida en las calles, cada farol colgado en los balcones, cada hoguera que ilumina la noche, es un símbolo de unión y de memoria. Es la manera en que Salamina dice al mundo: aquí seguimos, con nuestras raíces firmes, con nuestra identidad intacta, con la fuerza de un pueblo que sabe reír, criticar y también agradecer.

Cuando uno camina por la Calle Real en esa noche, no ve solo luces: ve historias. Ve a las familias que preparan sus faroles con paciencia, a los niños que corren con la emoción de encender su primera vela, a los abuelos que recuerdan cómo era la celebración en sus tiempos. Ve también a los turistas que llegan con curiosidad y se encuentran con un espectáculo que no es de borrachos ni de desmanes, sino de cultura, de tradición y de espiritualidad. Porque la Noche del Fuego, bien vivida, es una invitación a reflexionar sobre lo que significa ser salamineño y sobre el valor de cuidar lo que nos pertenece.

Y aquí es donde quiero dejar la reflexión: no podemos permitir que esta celebración se convierta en simple rumba de despecho, en negocio de unos pocos, en excusa para perder lo que nos hace únicos. La Noche del Fuego es patrimonio, es identidad, es memoria. Es el día en que la Virgen Inmaculada nos recuerda que la luz no se improvisa, que la fe no se negocia y que la cultura no se vende al mejor postor.

Por eso, desde este rincón, les digo: encendamos las velas con conciencia, con respeto, con alegría verdadera. Hagamos que cada llama sea un compromiso con nuestra historia y con nuestro futuro. Que los visitantes que lleguen encuentren un pueblo orgulloso de su tradición, no un espectáculo degradante. Que la Noche del Fuego siga siendo lo que siempre fue: un canto de luz, de unión y de esperanza.

Y así me despido, con la certeza de que la próxima semana volveré con más chismes, más críticas y más carcajadas. Pero hoy, la última palabra la tiene la luz de las velitas, que nos recuerdan que Salamina no es solo un lugar en el mapa, sino un corazón que late con fuerza cada diciembre. Hasta la próxima, vecinos, y que la Virgen Inmaculada nos siga iluminando el camino.

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