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La Enjalma: El Arte Colchonero de Cargar un Sueño

La enjalma es el corazón físico de la arriería, una pieza de tapicería y paja que transformó la mula en la locomotora de la Colonización Antioqueña. Más que un simple aparejo, era un sistema de amortiguación vital, ajustado con pretal y retranca, que protegió el lomo del animal y aseguró el flujo constante de progreso a través de las montañas indómitas.
Cronicas de la arrieria

La Anatomía de la Carga: Ingeniería de la Enjalma

En la epopeya de la Colonización Antioqueña, cada avance, cada pueblo fundado, dependía de un elemento humilde pero fundamental: la capacidad de la mula para llevar peso sin desfallecer. Y el secreto de esta resistencia no estaba en la fuerza bruta del animal, sino en la enjalma, el artefacto que mediaba entre el lomo sensible y la carga brutal.

La enjalma era el verdadero asiento de la logística paisa. Definida como la pieza acolchada y estructurada que se colocaba directamente sobre el lomo de la mula, su función era doble y vital:

1. Protección Biológica: Distribuir el peso de los bultos de manera uniforme, evitando la presión directa y los puntos de fricción que podían causar mataduras o llagas graves en el animal. Una mula «matada» era una pérdida económica y un retraso en la cadena de suministro.

2. Base Estructural: Proveer una superficie ancha y estable a la cual amarrar y equilibrar los dos bultos de carga (las «cargas redondas»), manteniendo el centro de gravedad estable en las pendientes resbaladizas y en las curvas cerradas de la trocha.

La fabricación de una enjalma era un oficio artesanal especializado. El «enjalmero» o «talabartero» era un técnico rural que dominaba los materiales autóctonos para crear esta pieza clave.

Materiales: Paja, Cabuya y Lona

La enjalma no era de madera rígida, como muchas sillas de montar, sino flexible y amortiguada. Se componía principalmente de:

• El Relleno (La Paja de Basto): El núcleo de la enjalma era la paja seca (a menudo de cereales o una fibra vegetal específica llamada paja de basto o de colchón) bien desmenuzada y compactada. Esta paja se elegía por su ligereza y su capacidad de absorción de impactos. La paja tenía que ser rellenada con sumo cuidado, «cuñando» la enjalma para asegurar que el colchón fuera perfectamente simétrico y que no tuviera protuberancias que pudieran lastimar el lomo.

• La Cubierta (El Jorro y la Tapa): El relleno de paja se envolvía en una tela de lona o jorro de fique resistente. Encima de esta tela, iba la Tapa, una cubierta más gruesa de fique y cabuya que, a menudo, era tratada con brea y aserrín o grasa animal para impermeabilizarla. Esta «tapa» protegía la paja interna de la lluvia, porque una enjalma mojada ganaba peso y podía pudrirse o, peor aún, volverse dura e incómoda para la mula.

• La Mulera (El Guardapelo): Antes de la enjalma, el arriero colocaba una pieza de tela de algodón o lana llamada mulera (o a veces guardapelo o sudadero) directamente sobre la piel de la mula. Esta tela cumplía la función de absorber el sudor y evitar el roce directo de la enjalma, siendo el primer escudo protector.

El Ajuate de los Tres Puntos: Pretal, Retranca y Cincha

La enjalma no solo se colocaba; se aseguraba al animal con un sistema de correas y tensores que garantizaban su inmovilidad ante cualquier movimiento brusco o desnivel, manteniendo la carga en el eje espinal de la mula. Este sistema se basaba en la cincha, el pretal y la retranca, los tres pilares de amarre.

El Cinchón: El Ajuste Ventral

La cincha o cinchón era la correa ancha de cuero o cabuya que pasaba por debajo del vientre de la mula, amarrando la enjalma con fuerza. Su ajuste era crucial: demasiado floja y la enjalma se volteaba con la carga; demasiado apretada y asfixiaba al animal. El arriero experimentado sabía por instinto el «punto» exacto. A veces, se usaba un pequeño objeto de madera (el ijuelo) como palanca para lograr la tensión perfecta.

La Retranca: El Ancla Trasera

La retranca era la correa que se ajustaba al anca de la mula. Su función era netamente de frenado y sujeción en descenso. Cuando la mula cargada iniciaba una bajada empinada, la inercia de los bultos tendía a empujar la enjalma y la carga hacia adelante, pudiendo presionar el cuello y la cabeza del animal. La retranca, al apoyarse en la base de la cola (en el anca), impedía ese movimiento, actuando como un ancla.

• (Nota: La retranca se componía de varias correas, incluida una pieza que iba por debajo de la cola llamada a veces sufridor o sobretarria, para evitar que la correa principal se deslizara demasiado abajo.)

El Pretal: El Freno Delantero

El pretal era la correa que se colocaba en el pecho de la mula. Al contrario que la retranca, su función era de sujeción en ascenso. Cuando la mula subía una pendiente, el peso de la carga tendía a deslizar la enjalma hacia atrás. El pretal, apoyado en el fuerte pectoral de la mula, aseguraba la enjalma en su posición delantera.

El arriero que lograba el equilibrio perfecto entre cincha, pretal y retranca era un maestro, garantizando que el «caballate» (el espacio entre los dos bultos que pasaba sobre el lomo) se mantuviera inmutable, distribuyendo la carga de manera eficiente y segura.


La Enjalma y el Ritual de la Cargada: Ciencia del Equilibrio

La cargada de la mula era un rito diario de la arriería, una demostración de fuerza física y conocimiento empírico. El arriero no solo colocaba la enjalma, sino que la integraba a la mula.

El Lado Izquierdo (La Arrea)

Por tradición, el arriero siempre colocaba la enjalma y cargaba a la mula por su lado izquierdo (la arrea). Era el lado seguro, el lado de la costumbre, y el lado por donde el arriero o caporal se acercaba al animal para ajustar la cincha.

La Técnica de los Bultos

Una vez puesta la enjalma y asegurada con sus tensores, venía la carga. Los bultos, envueltos en fique o tela de empaque, debían ser de peso idéntico (alrededor de 60 kg cada uno, sumando unos 120 kg). El arriero, con un movimiento rápido y coordinado, levantaba el primer bulto, lo apoyaba momentáneamente en su rodilla, y lo tiraba sobre el lomo. El segundo bulto se balanceaba del lado opuesto.

La sobrecarga era el toque final: una red de cabuya que, con un sistema de nudos ingeniosos llamados lazadas de la encomienda y cinchones, aseguraba los bultos a la enjalma, creando una sola unidad monolítica, inmune al bamboleo de la trocha. El arriero hacía esto con los ojos cerrados, midiendo la tensión de la cabuya con la intuición de la práctica.

La Enjalma como Cama y Símbolo

La vida en la trocha era rudimentaria, y la enjalma era el artefacto multiuso por excelencia. En las fondas camineras o en los campamentos improvisados, la enjalma se convertía en el colchón del arriero. Al ser rellenada de paja seca, proporcionaba un aislamiento y una amortiguación superior al suelo duro. Abrir una enjalma, desparramar la paja caliente y dormir sobre ella era el único consuelo de una jornada de doce o más horas.

La enjalma, por lo tanto, representaba el vínculo mutualista entre el hombre y la bestia: el hombre protegía el lomo de la mula con la enjalma, y la mula le proporcionaba al hombre su medio de subsistencia y su cama.

La Herencia Inmaterial de la Enjalma

Aunque las carreteras y los camiones Willys relegaron la arriería a las zonas más remotas, la enjalma permanece como un símbolo cultural y lingüístico de la identidad antioqueña.

El concepto de «enjalmar» se convirtió en una metáfora del trabajo arduo y la responsabilidad. Decir que alguien «tiene que cargar la enjalma» es referirse a la obligación, al peso de la vida o del negocio que debe llevar sobre sus hombros. La enjalma, con su paja compactada y su tapa de fique, representa la capacidad de la cultura paisa para transformar materiales simples en herramientas de progreso y expansión.

La habilidad del arriero para «cuadrar la carga» sobre la enjalma y balancear pesos pesados en una topografía imposible, es la misma habilidad que se atribuye al colono y al empresario antioqueño para forjar riqueza y comunidad en un entorno hostil.

La enjalma no es solo un aparejo; es el paradigma de la eficiencia y la ética del trabajo que impulsó la Colonización Antioqueña, una gesta que se midió, metro a metro, por la resistencia de una mula protegida y la destreza de un arriero bien equipado. Su historia es la historia de la ingeniería de la necesidad.

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